Pañuelo blanco: como gesto de acción y comunicación

El 24 de marzo como faro en defensa de la democracia y otras luchas por la ampliación de derechos. El símbolo de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo como estrategia en los distintos contextos.

Por Clarisa Veiga
Maestranda Periodismo (UBA) | Licenciada y profesora en Ciencias de la Comunicación (UBA). Docente y editora en la agencia de noticias ANCCOM de la carrera de Ciencias de la Comunicación (UBA) | Coordinadora de Prensa y Difusión – Abuelas de Plaza de Mayo.

Cada 24 de marzo, desde los primeros años de la recuperación de la democracia, el pueblo argentino renueva el contrato social que manifiesta que en nuestro país nunca más habrá terrorismo de Estado. Ese día la ciudadanía recuerda a las víctimas de la última dictadura genocida y señala que estará siempre alerta ante cualquier acto que amenace al sistema democrático. Desde 2006, el Día de la memoria por la verdad y la justicia, además de transformarse en un feriado inamovible, ingresó al calendario escolar, con el objetivo de reflexionar sobre lo ocurrido y garantizar el “Nunca más” a las futuras generaciones.

De este modo, el repudio a aquella dictadura que se visibilizaba cada 24 de marzo en las plazas de las principales ciudades del país, se trasladó también a las instituciones educativas y de la sociedad civil. Clubes, sindicatos, sociedades de fomento, centros de estudiantes, comercios, dependencias del Estado, colectivos artísticos y activistas se reúnen cada año, con toda su creatividad, para acompañar a los organismos de derechos humanos a Plaza de Mayo y participar de la construcción colectiva de la memoria. Un ejercicio sostenido para abonar a ese contrato social que tiene a la Argentina como modelo de las políticas de memoria y de los procesos de justicia sobre genocidio.

Pañuelazo y marea

En mayo de 2017 la Corte Suprema de Justicia de la Nación intentó dañar el contrato social sobre el “Nunca más”, cuando falló a favor del beneficio del 2×1 con el objetivo de liberar a los condenados por crímenes de lesa humanidad. Entonces, ciento de miles de personas se movilizaron a la Plaza de Mayo -también a las plazas de otras de ciudades- para repudiarlo y conseguir revocarlo, primero en el Congreso, y un año después en la mismísima Corte que dejó sin efecto el vergonzante fallo. Aquella multitudinaria movilización cuya consigna fue “Nunca más un genocida suelto”, fue acompañada por un gesto comunicacional y participativo que quedó grabado en la lente de los reporteros gráficos, en las cámaras de televisión de los noticieros y en los celulares de los cientos de miles de participantes que llevaron el pañuelo blanco a la plaza y lo alzaron al unísono, frente al pedido de la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, que estaba en el escenario. Ese pañuelo, que Madres y Abuelas de Plaza de Mayo visten como símbolo del parentesco que las une con las y los desaparecidos de la dictadura, tan respetado y reservado a ellas, ese día fue legado a toda la sociedad. La tarde del 10 de mayo, cuando la plaza completa levantó sincronizadamente los pañuelos, erigió una muralla blanca que impidió el avance del negacionismo. 

Primero fue la reacción de la sociedad, indignada con el fallo de la Corte, luego la convocatoria de los organismos que unificaron las reacciones espontáneas en una sola marcha a Plaza de Mayo. Entonces apareció la invitación de Madres y Abuelas a llevar su símbolo, el pañuelo blanco, a la movilización, para mostrar una vez más el carácter público del reclamo, que los y las desaparecidas son del pueblo argentino, y que la dictadura nos pasó a todos y todas. El “pañuelazo” quedó guardado en la memoria colectiva como otro acto fundante, un hecho comunicacional de alto alcance e impacto. La viralización de la noticia recorrió en minutos los portales y plataformas del mundo entero, no sólo a través de los medios de información, sino también de las redes sociales de las personas que participaron de la movilización y se sumaron al hashtag #NoAl2x1. Esas redes sociales que hoy forman parte del ecosistema comunicacional y de la vida cotidiana.

Después del Pañuelazo contra el 2×1, vinieron otros, acompañando otros reclamos. El pañuelo verde -adoptado a principios de siglo por mujeres que luchaban por el Aborto, Seguro, Legal y Gratuito- que tímidamente asomaba en la mochilas y carteras de quienes reclamaban el derecho a decidir sobre la maternidad, irrumpió también como gesto comunicacional en la plaza, esta vez la del Congreso. La “marea verde”, como se bautizó a este otro pañuelazo, también inundó el espacio público, terrenal y virtual, el 8 de agosto de 2018 cuando al Senado de la Nación desaprobó la ley que había conseguido media sanción en junio del mismo año. Pero los pañuelazos se sucedieron una y otra vez, hasta que en diciembre de 2021 el Aborto Legal, Seguro y Gratuito se volvió ley en la Argentina. El protagonismo de las juventudes fue central en aquel debate, y la llamada “Revolución de las hijas” enlazó, pañuelos, memorias, generaciones e historias para continuar conquistando y velando derechos, construyendo espacios de participación y consensos.

«Ese pañuelo, que Madres y Abuelas de Plaza de Mayo visten como símbolo del parentesco que las une con las y los desaparecidos de la dictadura, tan respetado y reservado a ellas, ese día fue legado a toda la sociedad».

Lo público en pandemia

La sociedad de la información, tramada por lo técnico, se caracteriza por el borramiento de la línea divisoria entre el espacio público y privado y nos interroga, cada vez más, sobre dónde encontrar lugares comunes; cómo constituirnos en sujetos políticos y cómo construir espacios de participación duradera.

El 24 de marzo de 2020 nos encontró recluidos en nuestros hogares por las medidas de cuidado desplegadas contra el COVID 19. Entonces la pregunta por el espacio público irrumpió con más fuerza. Lo cierto es que el confinamiento al que se vio obligada la humanidad intensificó el desarrollo de la virtualidad como espacio de la comunicación y de encuentro. Esas redes que traman nuestras vidas, durante un año y medio se transformaron en el único afuera posible, en el espacio de entretenimiento, consumo, transacción, también de conversación.

De este modo, el 24 de marzo de 2020 trajo aparejada la pregunta sobre cómo desplegar el ejercicio público de la memoria desde el confinamiento. Ese año no se podría marchar a las plazas. Las plataformas como único espacio de encuentro no bastaban. La participación ciudadana requiere un movimiento corporal que trasciende lo meramente instrumental de las redes sociales. Fue así que el pañuelo apareció otra vez como gesto. Los organismos de derechos humanos convocaron a la sociedad a sumarse al “Pañuelazo blanco”. A confeccionar sus propios pañuelos y colgarlos en lugares visibles. Balcones, ventanas, vidrieras, puertas y portones, espacios públicos, se llenaron de pañuelos blancos en todo el territorio Argentino. Niños y niñas diseñaron junto a sus familias pañuelos para colgar, algunos incluso como tarea escolar, también virtual. En la mayoría de los casos registraron la acción para subirlas a sus redes sociales, con el hashtag sugerido por la campaña, #PañuelosConMemoria o sencillamente #Pañuelazo.

Como plantea la Doctora en Ciencias Sociales y especialista en comunicación política Guiomar Rovira Sancho: “es evidente que, en momentos determinados, los hashtags se convierten en «lugares» de encuentro de «un mundo común» generan una posibilidad de coincidir, reflexionar y dar sentido a la acción”. Allí confluyó lo público el 24 de marzo en Pandemia. Cada persona que participó del pañuelazo, registró y difundió su acción en sus redes sociales y pudo además ser parte de un colectivo que ratificaba el contrato social del Nunca más. Rovira afirma que, en esos gestos aislados, pero conectados, se teje “una sociabilidad común e inesperada”. Sociabilidad que deberá ser recogida en la construcción de espacios colectivos, dentro y fuera de las plataformas.

Por eso, este 24 de marzo, a 46 años del último golpe genocida, nos volveremos a movilizar a Plaza de Mayo. Con el pañuelo en la mano, marchando, construyendo memoria, con acciones y gestos coordinados y viralizados. Para contribuir a la promoción y defensa de derechos humanos, construyendo espacios de participación y consensos, espacios de esperanza.