Igualdad, tolerancia; Dignidad

Unidad en la Diversidad

Una vez la voz del tropicalismo y Bossa Nova de Brasil a través del compositor y cantante Caetano Veloso; vistiendo una camiseta rosa con el mensaje: “proteja seus amigos”, le respondió a la Ministra de la Mujer, Familia y Derechos Humanos del gobierno de Jair Bolsonaro (mientras intentaba hacer concurrir a la escuela a niños vestidos de azul y a niñas de rosa) por medio de una campaña en redes sociales #cornaotemgenero “el color no tiene género”. 6 colores juntos tampoco; sino la unión de la diversidad.

Rojo, naranja, amarillo, verde, azul y violeta si hablan, simbolizan y representan unidad, respeto, lucha y orgullo de diversas comunidades que defienden como colectivos conectados sus elecciones y decisiones sexuales.

Opinión

Por Marcelo Suntheim
Vice Presidente y activista de la Comunidad Homosexual Argentina (CHA). Esposo de César Cigliutti con quien contrajo la primera unión civil entre personas del mismo sexo en América Latina.

La Gran Bandera: el símbolo del Orgullo LGTBIQ+

Ofrecer un relato histórico y político sobre el origen del símbolo más difundido, más conocido y más popular del Orgullo LGTBIQ+ excedería la extensión de cualquier nota breve. Porque no sólo se trata de explicar acontecimientos políticos que afectaron a la comunidad LGT de los años ´70 en Estados Unidos, que llevaron a que un artista gay;; Gilbert Baker creara la bandera –en su origen de ocho colores- y que se acuñara tres días después en la marcha del Día de la Libertad Gay en San Francisco como símbolo de unidad en la lucha, sino también se haría necesario postular, explicar y debatir en qué momento posterior y en qué lugares se discutió la idea del Orgullo como construcción política de lucha. Y existen dudas de que tales discusiones se hubieran saldado.

Pero sin duda ambos eventos ocurrieron con un tiempo de distancia, tal como lo testimonian fielmente, por ejemplo, los diferentes nombres que acuñaron las organizaciones del movimiento LGTBIQ+ en las décadas del ´70 y ´80 para aquellos eventos masivos, aquellas marchas con celebraciones públicas visibilizando identidades y reclamos, que en la mayoría de los casos hasta entrados los ´80 no contenían la palabra orgullo y tampoco contenían todas las letras que representan las identidades de lucha de la Comunidad LGTBIQ+, pero también sin dudas, llamamos hoy sin discusión a todas, las pasadas y las contemporáneas, de igual manera: marchas del Orgullo de la Comunidad LGTBIQ+.

Dos cosas parecen ser ciertas: que la discusión y aceptación de la idea del Orgullo como respuesta política, contestataria, como discurso emblema de las luchas de una Comunidad, llegó un poco después que las banderas y, también, que la Gran Bandera que en su origen convocaba a la unidad de las identidades para organizar las luchas, encarnó inmediatamente, y con el legítimo aval de la rebeldía que la colocó en su mástil, al recién llegado rebelde Orgullo.

El origen de la bandera de ocho colores está sin dudas en la ciudad de San Francisco, Estado de California en Estados Unidos. El 25 de junio de 1978 fue presentada en público, tres días antes de la marcha de celebración del Día de la Libertad Gay en la que tuvo su bautismo político. El mismo año en que el ya famoso activista que se reconocía públicamente como gay, Harvey Milk, ganara las elecciones para ser miembro de la Junta de Supervisores de San Francisco, luego de dos intentos anteriores frustrados.

Resulta necesario señalar para poner más referencias históricas, que esto ocurrió nueve años después de la revuelta del Bar Stonewall en Nueva York, que marcó un hito y también se volvió símbolo del inicio de la organización del movimiento LGTBIQ+ en Estados Unidos, y luego se extendió internacionalmente. Sin dudas la organización del movimiento LGTBIQ+ estaba en sus primeras etapas en los ´70, y según diferentes relatos de organizaciones, había por lo menos cincuenta banderas distintas que representaban a diferentes grupos en diversas ciudades. No solamente no existía un símbolo único de lucha hacia fines de los ´70, sino que tampoco existían muches activistes que, de manera indiscutible, pudieran ser considerades en los medios de comunicación nacionales como representantes icónicos de las nacientes luchas por los derechos, a excepción de Harvey Milk. Cuyo trabajo político por supuesto, organizando gremios, comercios y representando reclamos de gays y lesbianas en San Francisco en sus postulaciones electorales, tenía una dimensión que trascendía el estado de California.

En 1977 y 1978 se sucedieron en el Estado de California y otros Estados, diversos intentos de aprobar leyes locales que prohíban la discriminación por orientación sexual, algo que despertó la reacción masiva de grupos religiosos locales, que consiguieron frenar estas leyes. Y además protagonizaron ataques públicos contra gays, lesbianas y travestis y provocaron situaciones  violentas  en diferentes ciudades contra grupos LGT; casi de manera simultánea con la campaña de Harvey (quien se postuló para ocupar el cargo de integrante de la Junta de Supervisores de San Francisco).

En este contexto Harvey Milk y algunos grupos LG de San Francisco promovieron con éxito la iniciativa de acuñar un emblema único que representara e inspirara una lucha organizada. Así en 1978, año en que Harvey ganó las elecciones al cargo de Supervisor, los grupos LGT de San Francisco convocaron, semanas antes de la multitudinaria marcha de celebración del Día de la Libertad Gay, a un concurso para seleccionar una bandera que representara la buscada unidad y la diversidad de aquellos grupos.

El artista Gilbert Baker diseñó la bandera ganadora de ocho colores, que ondeó por primera vez el 25 de junio de 1978, tres días antes de la marcha en la que fue presentada a una multitud de más de 200.000 concurrentes. Suficiente contexto y suficiente multitud para avalar un símbolo local.

Sin embargo, pocos meses después del conmocionante asesinato homofóbico de Harvey Milk, ocurrido el 10 de noviembre de ese mismo año, la bandera que nació en San Francisco se transformó en pocas semanas en la bandera de seis colores como la conocemos hoy. Y en pocos meses, también en ícono de diversos grupos e identidades en muchos otros Estados y luego en otros países. Pocos años después también en emblema del Orgullo en todo el mundo.

La bandera es sin dudas la obra de un artista y, cual fuera el significado que le atribuye un artista a su creación, en el caso de la Gran Bandera, la presencia de las franjas de diversos colores en una pieza que las contiene y las junta, representa para muchísimes activistas la unidad de las diversidades en la lucha y, por sobre todas las cosas, representa un único camino común para todas estas luchas: el Orgullo.

Opinión

Por Flavia Massenzio
Abogada UBA. Docente de la Facultad de Periodismo y Comunicación de la Universidad Nacional de la Plata y del Instituto Universitario Nacional de Derechos Humanos Madres de Plaza de Mayo. Presidenta de la Comisión Directiva de FALGBT.

Bandera del Orgullo

La bandera del orgullo creada por el artista Gilbert Baker, quién propuso representar la diversidad del colectivo LGBT+ con los colores del arcoíris, tenía 8 colores. Además de los actuales rojo, naranja, amarillo, verde, azul y violeta, la bandera contaba con el color rosa y turquesa.  Algunas versiones indican que el primero fue eliminado por faltante del pigmento rosa de una de las franjas, lo que dificultaba su popularidad, y el segundo, el color turquesa, fue eliminado para hacer la bandera con franjas pares.

Si bien hay varias versiones distintas de lo que significaría cada color, lo importante es que en conjunto representan la diversidad del colectivo y constituye una herramienta de visibilidad aún necesaria para trabajar contra la discriminación y la violencia que todavía vive nuestra comunidad en nuestro país y en el mundo.

La bandera del Orgullo, o de la Diversidad o del Colectivo LGBT+, de acuerdo a sus diversas denominaciones, es sin dudas el símbolo más popular de nuestra comunidad en el mundo entero. Es utilizada en marchas, concentraciones, comercios, empresas, gráficas, banderas, remeras, todo tipo de indumentaria… para expresar el orgullo de ser quien cada une es. Porque de eso se trata el orgullo, de ser quienes somos con libertad.

“En una sociedad que nos educa para la vergüenza, el orgullo es una respuesta política”, decía el referente histórico Carlos Jauregui. Y así es, en sociedades y culturas que nos enseñan a sentir vergüenza por ser lesbianas, gays, bisexuales o trans… expresar orgullo con la visibilidad de este contundente símbolo es transformador, y de eso se trata la política, de transformar la realidad y hacerla más justa e igualitaria.

En Argentina flameó en cada lucha, en cada reivindicación. Ahí estaba cuando organizamos escraches frente a las comisarías que nos detenían todos los días solo por circular por la calle, estaba cuando reclamamos la derogación de los edictos policiales, los artículos que nos criminalizaron en los códigos de faltas y contravencionales, se pudo ver en las calles al calor del debate por el Matrimonio Igualitario, cuando se discutía la Ley de Identidad de Género. Estuvo en el recinto cuando se discutió la Ley Antidiscriminatoria de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, cuando se aprobó la Ley Integral Trans en Santa Cruz. Miles de banderas flamean en las marchas del orgullo de Salta, San Luis, Santa Fé, Pinto, La Matanza, Londres, París, Nueva York, Caracas y Bogotá. Se puede ver la bandera del arcoíris en donde el orgullo es lucha, valentía y coraje, donde es celebración, fiesta y alegría… y donde es un poco de las dos cosas. Ahí está cuando un comercio quiere expresar su apertura a la diversidad, y en el despacho de algune funcionarie o docente que quiere hacer público su compromiso con la diversidad.

La bandera del orgullo expresa una forma de exigir lo que falta y al mismo tiempo celebrar lo conquistado en todo el mundo y en Argentina. Este año, el 28 de Junio – Día Internacional del Orgullo LGBT+- sus colores pudieron verse en edificios públicos de varias provincias del país, el Cabildo y la Casa de Gobierno Nacional que algunos días en el año deja de ser solo “Rosada” y sale del armario vestida de diversidad.

En una sociedad que nos educa para la vergüenza, el orgullo es una respuesta política. Carlos Jauregui.

Opinión

Por Leandro Ibarra
Diseñador Gráfico UBA/FADU. Docente Adjunto de la Materia Diseño Gráfico II en la FADU (Cátedra Gabriele).

Desde hace más de 15 años se especializa en la comunicación, producción de identidad visual y consultoría comunicacional para diferentes proyectos institucionales, artísticos y culturales.

Multicolor: sin fronteras ni costuras.

Existen tres referencias muy concretas de mi infancia que evocan una idea bastante precisa y clara de lo que sería años más tarde la identificación con un aspecto de lo “Gay”: Los Ositos cariñositos, Rainbow Brite y She-Ra. Me estoy situando en la década del ´80 y estos tres dibujos animados tienen un elemento en común fundamental: la fantasía con el color, la luz y el arcoíris como forma de expresar felicidad, diversidad y amor en un mundo ensombrecido.

Los Ositos cariñositos eran unos osos tiernos, amorosos, sensibles y “protectores” (el título en inglés de la serie era Care Bears) y había uno de ellos que en su panza tenía la figura de un arcoíris. Era “Cheer-Bear” traducida como Alegrosita, porque era una osita cuyo talento era el de la alegría.

En 1984 se emitió por primera vez Rainbow Brite, la historia de una niña huérfana que es llevada a un mundo incoloro donde tiene que encontrar la Esfera de la luz para devolver el color luz a las oscuras tierras. Entre otros elementos, esta niña tenía un cinturón icónico con un arcoíris.

Y finalmente She-Ra, la hermana del mítico He-Man, era la versión mutada (montada) de la princesa Adora; joven independiente, muy valiente y de gran capacidad para el combate. En el momento en el que la princesa Adora levanta su espada e invoca “Por el honor de Grayskull” comienza una transformación que está atravesada por un efecto de luz, rayos y explosiones. Es un momento de fuegos artificiales que convierten a la joven Adora en la princesa del poder. Acto seguido con su espada y con un haz de luz blanca brillante transformaba a su caballo blanco en un pegaso con alas y cuerno multicolor. Este pasaje – transformación – montada, siempre me resultó épico. Había glamour, luz y colores que revivían y nos transportaban una vez más a la experiencia de un renacer en un mundo nuevo (o la posibilidad de transformarlo en algo parecido).

La bandera LGBT+ siempre la asocié al arcoíris naturalmente. Nunca investigué demasiado sobre su creador ni tampoco sobre el significado o semántica de los colores que la componían. Orgánicamente entendí desde el vamos que esa bandera representaba a toda la comunidad LGBT+ aunque siempre me llamó la atención que se respetaran las franjas que separan un color de otro tan estrictamente.

Esta compartimentación intuyo que tiene un origen técnico: el de coser a mano; cada retazo para hacer una bandera entera o tal vez respondiendo a la tradición en la conformación de una bandera. Y esta separación podemos pensarla como la posibilidad de identificación con un color, pero también con la necesidad de encontrar una franja en la que me permita entrar, encajar. Un espacio que me represente.

La primera vez que fui a una marcha del orgullo y marché orgulloso me encontré con que no encajaba en ninguna de las categorías pre existentes. No había modelo o “tipología gay” específica que me nombre. Para los osos tenía poco pelo y me faltaba panza; para los musculosos era demasiado gordo; para los modernos era demasiado under; para los putos peronistas era demasiado moderno. Entonces. ¿en qué franja de este mundo soy/estoy?

…mientras tanto, la bandera multicolor flamea y en 6 o 7 colores entramos todes.

Pues no, todes no entramos. Y así es como con el correr de los años, se han ido agregado y sumando formas, colores, diversidades sexuales, de género hasta llegar a la versión de bandera más actual, la bandera LGBT+ interseccional que incluye los colores marrón y negro para sumar a las minorías raciales, los colores de la bandera trans y el blanco como manera de rendir homenaje a las vidas perdidas a causa del VIH y el sida.

Todas estas inclusiones son necesarias y valiosas en este tiempo, donde debemos visibilizar minorías dentro de las minorías, disidencias dentro de las propias disidencias y también recuperar la lucha en un mundo en el que el racismo se puso lamentablemente a la orden del día.

Pero me quedo pensando en Alegrosita, Rainbow Brite y She-Ra como tres femineidades que, haciendo uso de la luz y de su descomposición en el espectro visible, su razón de ser era traer alegría, color y vitalidad a un mundo gris, opaco y moribundo.

Entonces por qué no pensar la posibilidad de enarbolar una bandera que ya no tenga franjas y compartimentos sino colores que se mezclen y se unan en infinitos tonos intermedios; para que finalmente así dejar de separar y delimitar categorías -necesarias para nombrar, pero no estrictamente necesarias para representar- y entregarnos a un baño de luz brillante multicolor que no conozca de fronteras ni tampoco de costuras.

Derechos adquiridos

Ley de Promoción del Acceso al Empleo Formal para Personas Travestis, Transexuales y Transgénero 'Diana Sacayán - Lohana Berkins'"

Aprobada en junio de 2021 estipula que el Estado nacional deberá garantizar un mínimo del 1% de su planta laboral y garantizar la "no discriminación" en el acceso a puestos de trabajo.

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Ley de Identidad de Género en Argentina (Ley 26.743) 

Desde el 9 de mayo de 2012 se reconoce el derecho al cambio de nombre de pila e imagen, cuando no coincidan con su identidad de género autopercibida en el Documento Nacional de Identidad.

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Ley de Matrimonio Igualitario en Argentina (Ley 26.618) 

Desde el 15 de julio del 2010 la Argentina se convirtió en el primer país de América Latina en reconocer el derecho a matrimonio civil entre personas del mismo sexo a nivel nacional.

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Opinión

Por Mabel Amanda López
Doctora en Diseño y Licenciada en Letras de la UBA. Codirige el Programa de Investigación en Color, Luz y Semiótica Visual (UBA/FADU)

Orgullo arcoíris

A pocos días de ganar la copa del Mundial de Fútbol de 1978, y mientras la Argentina del proceso se enfundaba en celeste y blanco, en California se estrenaba la bandera arcoíris. Simples coincidencias temporales, que enfatizan las distancias entre dos mundos paralelos. Solo una instantánea, comparando dos fotos sincrónicas, que sirven para imaginar cuántos caminos debimos transitar en la difícil conquista de derechos, poco a poco, paso a paso. Recién en 1992 se realizó la primera Marcha del Orgullo en la Argentina.

Tanto la bandera nacional como la arcoíris generan identidad hacia el interior del grupo, al mismo tiempo que señalan a un conjunto que se identifica con ella. Sin embargo, a diferencia de los signos patrios o deportivos, que construyen su identidad excluyendo a un otro (extranjero-adversario), la bandera arcoíris funciona como un símbolo de diversidad, paz e inclusión. No afirma su presencia contra nadie sino con todes. ¿Será la clave de su éxito?

Hay algo familiar en ella que justifica su pregnancia; nadie desconoce el arcoíris. En tanto fenómeno físico, es producto de la descomposición de la luz blanca, a partir de esa unidad se crean todas las sensaciones cromáticas perceptibles. Los colores del arcoíris, convencionalmente siete, en realidad forman un continuo, en donde las transiciones del espectro muestran muchos más colores que los que podemos nombrar con palabras. Análogamente, parecen multiplicarse los grupos cuya identidad engloba y a quienes representa la bandera arcoíris.

¿Es posible crear una mística que identifique un movimiento a partir de una propuesta conceptual tan amplia? Tal vez, esta unidad en lo diverso, sea uno de los pilares del impacto de este signo, que ha adquirido cada vez más difusión y representatividad en el mundo, hasta convertirse en emblema global. La intención de incluir, antes que discriminar es un postulado amigable para todo público, más allá de la adhesión concreta a un grupo o movimiento. Al menos parece continuar esa idea, inspirada en otras banderas multicolores de movimientos pacifistas, en los años ´60 y ´70. Esta influencia y el alto grado de asimilación han generado, sin embargo, cierta desconfianza al interior de grupos más radicalizados, porque la consideran un símbolo demasiado amigable, y políticamente correcto, que invisibiliza luchas y reclamos.

Con la simpleza formal del rectángulo, se unifica la diversidad cromática de las tiras de telas que cosen una sola idea fuerza, el arcoíris. Cuando su creador le asigna significados a cada banda cromática de la bandera original de 8 colores (1. Rosa: sexualidad; 2. Rojo: vida; 3. Naranja: salud; 4. Amarillo: luz del sol; 5. Verde: naturaleza; 6. Turquesa: magia, arte; 7. Azul: serenidad; 8. Violeta: espíritu) responde a significados convencionales atribuidos a los colores. Sin embargo, y más allá de esa interpretación, es interesante cómo la semántica cromática funciona de un modo muy amplio. No existe un diccionario donde cada color tenga un significado estable, sino que cada sensación perceptual de color activa sentidos latentes que se completan con datos del contexto, en el marco de una cultura dada.

Por caso, aceptamos que el rojo signifique vida en la bandera arcoíris, sin embargo, en la bandera española significa sangre. En otras banderas; valentía, pero también la lucha revolucionaria, el socialismo. Y aún más difuso es el significado de rojo fuera de ese contexto, pudiendo señalar tanto alegría y vitalidad, como peligro y muerte, en su otro polo. No es contradictorio ni azaroso sino anclado a un conjunto de sentidos que incluyen los de naturaleza icónica, asociados con las sensaciones perceptuales, por ejemplo, el rojo es cálido, por analogía con el fuego; fuente de calor. Por extensión, el rojo indica energía, por eso se usa en la gráfica de packs de leche entera, bebidas cola y alimentos que aportan calorías. En tanto símbolo, el rojo, también llamado colorado coloreado, por ser el primer color que las culturas distinguen, luego del blanco y negro, puede significar alerta en el semáforo, pero también alegría, amor y amistad. Caracteriza tanto a personajes amorosos como San Valentín o Papá Noel o temibles como el diablo; en el otro extremo.

Desde la Marcha del Orgullo de 2019 en Argentina, su Comisión Organizadora ha dejado de usar la sigla LGBT; porque no ven sentido a seguir agregando letras para sumar disidencias. Las identidades de género se multiplican como las infinitas transiciones entre un color y otro del arcoíris. A pesar de que algunas personas no se sienten representadas y cuestionan el uso de términos como queer o arcoíris; es uno de los caminos para englobar sin excluir. Arcoíris se escribe como una sola palabra, decisión que facilita su uso en plural para nombrar al colectivo.

En el libro bíblico del Génesis, el arcoíris representa una promesa divina de paz, de tregua con la humanidad; luego del diluvio destructor se renueva la esperanza. En paralelo, la diosa griega Iris, hija de Afrodita, oficiaba como mediadora entre el cielo y la tierra abriendo caminos de entendimiento; pasada la tormenta anunciando la calma. La bandera arcoíris, atada a simbologías que nos atraviesan culturalmente aparece refrescada por postulados del hipismo y el movimiento New Age. Su grito expresa un estallido polícromo, que celebra la diversidad; aunque en amable convivencia. A más de 40 años de su creación, ¿seguirá expresando los mismos ideales?

La Asociación Internacional de Lesbianas, Gays, Bisexuales, Trans e Intersex (Ilga) denunció que 69 estados miembro de la ONU continúan criminalizando los actos sexuales consensuales entre personas adultas del mismo sexo. En Brunei, Irán, Mauritania, Nigeria (solo 12 estados del norte), Arabia Saudita y Yemen el castigo legalmente prescrito llega hasta la pena de muerte.

Mirá el informe Homofobia

El Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (Inadi) identificó los distintos tipos de discursos sociales discriminatorios y de odio que se manifiestaron en el ámbito de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TICs) a través de sus plataformas. Y publicó que durante la pandemia de coronavirus en las redes sociales aumentaron «las prácticas discriminatorias, especialmente a través comentarios y de la difusión de «memes» estigmatizantes» sobre todo hacia las personas trans.

Mirá el informe anual
Opinión

Por Matias Ostropolsky
Licenciado y Docente de Psicología UBA.

y Noelia Manso
Licenciada en Ciencias de la Comunicación UBA. Docente en la materia «Semiótica de Redes» UBA/Sociales.

No sólo una bandera

«El Parque queda para los deportistas, las familias, las escuelas de arte y la nueva comisaría que dicen que van a combatir el narcotráfico con sus camionetas y sirenas (…) La sociedad no puede vernos juntas, así que nos ha echado del Parque» escribe Camila Sosa Villada en Las Malas sobre el Parque Sarmiento de la Ciudad de Córdoba cuando en el 2020 se convirtió en un campo de disputa a raíz del izamiento de la bandera del orgullo en su mástil central. El pasado 26 de junio en el marco del mes del orgullo desde su cuenta de Twitter el Intendente de la ciudad cordobesa, Martín Llaryora, anunciaba el izamiento de la bandera de la diversidad en reemplazo de la bandera nacional “como muestra del firme compromiso que tiene nuestra gestión en construir una sociedad cada día más inclusiva, igualitaria y respetuosa”. La respuesta no tardó en llegar. Desde las redes sociales algunos celebraron la iniciativa mientras que otrxs reprocharon la decisión municipal en reemplazar la bandera Argentina.

Con los hashtags #NoTrapoDeColores, #BanderaHay1Sola, #ConLaBanderaNoLlaryora, #BanderaArgentinaEnElParqueSarmiento, se articularon discursos de odio que buscaron echar la diversidad del parque. A través de convocatorias en redes sociales, un grupo de personas con posiciones antiderechos organizaron ocupaciones en el Parque Sarmiento para bajar la bandera del orgullo mientras que desde distintos colectivos LGTBINB+ se coordinaron acciones en respuesta. La iniciativa que buscaba visibilizar al colectivo LGTBINB+ terminó generando una falsa dicotomía entre el símbolo patrio y la bandera del orgullo a la vez que reavivó la discusión sobre la ocupación de los espacios públicos por identidades sexo-genéricas no hegemónicas.

Embanderadxs en el orgullo, no en la violencia

La bandera del orgullo busca visibilizar a las personas LGBTINB+. Representa a lesbianas, gays, bisexuales, travestis, trans, intersex y no binaries, entre muchas otras identidades o referencias identitarias no hegemónicas. Las presenta sin intención de subsumir una a otra.

Si bien la llamada “bandera arcoiris” es la más popular para referir a las diversidades corporales y sexo genéricas, hay otras específicas de personas intersex, personas trans y no binaries. Siendo esto cierto, un aspecto favorecedor de la notoriedad que ha cobrado la bandera multicolor, es que permite que en cada uno de sus colores flameen reivindicaciones que hacen a la diversidad. La bandera del orgullo no se inscribe en una lógica de conquista, sino de reconocimiento y encuentro.

Las banderas nacionales son símbolos que dan cuenta de una relación inclusión/exclusión. Demarcan fronteras, fijan límites entre un adentro y un afuera. También son símbolos de identidad y representación ante los demás. En ese sentido, la bandera del orgullo se presenta no como dominio sino como inclusión y permeabilidad. No tiene una patria única, sino que busca hermanar. Es por ello, que atribuirle un sentido de superposición por la correspondiente a la República Argentina replica una lógica de dominio de la cual la bandera LGBTINB+ se aleja. La “defensa” de insignia nacional y las reacciones violentas que generó el emplazamiento de la bandera del orgullo en el mástil central, dejó entrever que en nombre de la argentinidad lo que se termina resguarando es la herosexualidad obligatoria, la masculinidad hegemónica, la familia tradicional y las “buenas costumbres”.

 

Banderas pendientes

Las condiciones de vida de las personas LGBTINB+ siguen encarnando diferencias significativas respecto de la población general. Es frecuente escuchar sobre situaciones de discriminación y violencia contra esta comunidad. Un ejemplo que se ha reiterado es la prohibición de donación de sangre o la presencia de barreras que obstaculizan el acceso efectivo a la salud, educación y vivienda. Por otro lado, si bien celebramos la sanción en el Congreso Nacional de la Ley de Promoción del empleo formal para travesti trans “Diana Sacayán- Lohana Berkins”, sigue siendo evidente la enorme deuda que como sociedad tenemos para poder generar un acceso equitativo a derechos humanos fundamentales. En ese sentido, es motivo de profundo pesar que el promedio de vida de las personas travestis y trans, en particular de las feminidades, ronde los 40 años.

Entre otras banderas pendientes podemos situar la Ley de Protección Integral de las Características Sexuales que busca cesar las intervenciones tempranas sobre cuerpos intersex garantizando el libre desarrollo personal.

No podemos dejar de mencionar el desconocimiento del paradero de Tehuel de la Torre, quien salió de su casa de San Vicente rumbo a la localidad de Alejandro Korn. El reclamo por su aparición con vida se emplaza principalmente en las redes sociales y en algunos medios independientes. Desde los medios masivos esta búsqueda ha sido invisibilizada como lo son muchos de los reclamos de la comunidad travesti trans. En ese sentido y sin obviar el carácter violento que muchas veces adquieren, las redes sociales se constituyen como espacios centrales para favorecer la visibilización, denuncia, organización y movilización política.

Los enfrentamientos en el Parque Sarmiento de la ciudad de Córdoba dan cuenta de los profundos desafíos pendientes en nuestro país. Una bandera es aquella que al flamear genera movimientos, reivindicaciones, debates e inclusión. La apuesta es tejer banderas que permitan ampliar derechos en pos de sociedades justas y diversas, libres de discriminación y violencias. Un parque del que podamos estar orgullosxs es aquel donde habitan deportistas, familias, putos, travas, ex-combatientes. En definitiva, todas, todos y todes.

ARCHIVO

EnFotos: Visibles y Orgullosxs. Por Ale Ross

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Opinión

Por Natalia Laclau
Docente en la materia Diseño y Estudios de Género en la FADU (Cátedra Flesler).

Directora de Políticas Culturales para la Igualdad del Ministerio de las Mujeres, Políticas de Género y Diversidad Sexual de la provincia de Buenos Aires.

Multiplicar los colores

En el mes del orgullo, en el que se conmemoran los disturbios de Stonewall del año 1969, abundan los soportes, contextos, personalidades, instituciones, colectivos y personas de a pie que harán distintos usos del símbolo multicolor del movimiento LGTBIQ+.

En forma de sticker, flyer, bandera, pin, pulsera, llavero o arnés, y de la mano de nueva legislación que va ampliando los derechos de personas que hasta hace no mucho tiempo eran consideradas abyectas, la bandera del orgullo fue ganando espacios de legitimación. En este proceso, en el que la base de los sujetos de enunciación se amplía y las luchas políticas detrás del símbolo se desdibujan, también se vislumbra en el horizonte el peligro de la banalización del movimiento.

Durante la década del ´70, un grupo de activistas recuperó el triángulo rosa que habían usado los nazis para marcar a los prisioneros homosexuales en los campos de concentración y lo convirtieron en un símbolo de visibilización y lucha, en una operación cuya potencialidad política residió en apropiarse de un símbolo de lo abyecto y resignificarlo. En términos de Paul B. Preciado en el artículo Historia de una palabra dice,  “..la historia política de una injuria es también la historia cambiante de sus usos, de sus usuarios y de los contextos de habla”.

Diseñada hacia el final de la misma década, la bandera multicolor es una respuesta política diferente que, alineada con la épica de las marchas del orgullo, se opone a las narrativas sobre una existencia signada por el sufrimiento y la soledad, y propone nuevos relatos sobre y para las personas LGTBIQ+ poniendo el eje en la alegría, la amistad y la comunidad.

En los últimos años, y al calor de las conquistas legislativas, las marchas del orgullo se han ido haciendo más multitudinarias y han incorporado nuevos sujetos. Ya es común la presencia de empresas multinacionales en los eventos y podemos encontrar la bandera en distintas campañas publicitarias que reciben con los brazos abiertos una nueva oportunidad de marketing.

¿Qué pasa entonces cuando nuevos actores se apropian de los símbolos y dan nuevas significaciones y lecturas, tal vez despojadas de una mirada crítica y de contenido político de alto voltaje? La polémica está instalada hacia adentro del movimiento con la afloración de muchas voces condenatorias. Pero si bien es cierto que la ambición de cuestionar la matriz que posibilita un sistema jerárquico y opresivo se desdibuja, por otro lado la plataforma de visibilización y legitimación se expande habilitando existencias y mejorando la calidad de vida de más personas LGTBIQ+.

A raíz de una discusión similar en el movimiento de mujeres, Carolina Spataro publicó en la revista Bordes un artículo en el que propone: “Cuestionemos el desprecio y prejuicio que aún pervive y que impide ver que ciertos objetos de la cultura de masas por momentos expanden, a su manera y con sus propias retóricas, algunas demandas del movimiento de mujeres. Un feminismo a la medida de los estándares del progresismo más estricto sería un feminismo para pocas, para las convencidas, para las de siempre.”

Es propicio entonces, aprovechar de manera estratégica las posibilidades de la coyuntura y pensar la disputa política como un movimiento oscilante entre la pura potencia y la masividad y comprender que para que los derechos se amplíen, hace falta que los colores se multipliquen.

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Por MAFIA Movimiento Argentino de Fotógrafxs Independientes Autoconvocadxs